CRÍTICAS…

«Para evitar la crítica, no hagas nada, no digas nada, no seas nada» 

Elbert Hubbard.

 ¿Es un consejo? He preferido tomármelo como un reto irónico, pues creo que no es rentable no hacer nada, no decir nada ni ser nada por miedo a la crítica.

Como seres humanos, las críticas suelen influirnos mucho, incluso tenemos miedo a ellas. Ese miedo es el que en ocasiones nos paraliza, nos impide hacer lo que realmente deseamos llevándonos a actuar conforme desean los demás. Pero… ¿eso evita la crítica?. Todo esto me recuerda a la historia de Francisco J. Briz Hidalgo que una gran amiga me contó y creo que ilustra muy bien todo esto:

 

 Un abuelo y su nieto salieron de viaje con un burro. El nieto había pasado las vacaciones con su abuelo y ahora volvía a casa de sus padres para empezar nuevamente el colegio. A ratos, el abuelo o el nieto se subían al burro y así iban haciendo el viaje más cómodo.
El primer día de viaje llegaron a un pueblo. En ese momento el abuelo iba sentado sobre el burro y el nieto iba caminando al lado.
Al pasar por la calle principal del pueblo algunas personas se enfadaron cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando. Decían:
– ¡Parece mentira! ¡Qué viejo tan egoísta! Va montado en el burro y el pobre niño a pie.
Al salir del pueblo, el abuelo se bajó del burro. Llegaron a otro pueblo. Como iban caminando los dos junto al burro, un grupo de muchachos se rió de ellos, diciendo:
– ¡Qué par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarse, van los dos andando.
Salieron del pueblo, el abuelo subió al niño al burro y continuaron el viaje.
Al llegar a otra aldea, la gente exclamó escandalizada:
– ¡Qué niño más maleducado! ¡Qué poco respeto! Va montado en el burro y el pobre viejo caminando a su lado.
En las afueras de la aldea, el abuelo y el nieto se subieron los dos al burro. Pasaron junto a un grupo de campesinos y éstos les gritaron:
– ¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!
El anciano y el niño se cargaron al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente acudió de todas partes. Con grandes risotadas los pueblerinos se burlaban diciendo:
– ¡Qué par de tontos! Nunca hemos visto gente tan tonta. Tienen un burro y, en lugar de montarse, lo llevan a cuestas.
Al salir del pueblo, el abuelo después de pensar un buen rato le dijo a su nieto:
– Ya ves que hay que tener opinión propia y no hacer mucho caso de lo que diga la gente.
 

En definitiva nunca se puede agradar a todos.

Por ello te planteo, ¿merece la pena, como dice Elbert Hubbart, no hacer nada, no decir nada y no ser nada para evitar la crítica?

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