¿Qué es y qué hace un psicólogo en terapia de pareja?

Todo el que imagina una terapia con un psicólogo le echa creatividad y piensa sobre qué se hace en ese espacio. En terapia de pareja las ideas pueden llegar a ser incluso más confusas: ¿nos dirá quién lleva la razón y quién no?, ¿me regañarán si he hecho algo mal?, ¿nos dará consejos para resolver nuestros problemas?

Voy a tratar de explicar qué hace un psicólogo en este tipo de terapia, y más concretamente, cómo yo, como psicóloga, oriento las terapias de pareja.

El primer paso siempre es que ambas partes asistan a este espacio y puedan poner un título a los motivos que les llevan a solicitar atención psicológica. Muy obvio, pero no siempre sucede, pues hay una parte de la pareja que está más predispuesta que la otra a asistir. O incluso, en ocasiones, una parte se niega a acudir y el peso recae sólo en uno de los miembros de la relación. En este caso no es viable hacer terapia de pareja, sino que haríamos una terapia individual donde el objetivo, o, al menos, uno de ellos, sería un problema de pareja. Podría incluso decirse que se convertiría indirectamente en una terapia de pareja. Por eso, aunque es muy obvio, es imprescindible para llevar a cabo este tipo de trabajo que los dos miembros de la pareja vayan.

Una vez titulado el motivo, que puede ser compartido o no, haremos unas primeras sesiones de evaluación donde se conozca la historia de la relación con la finalidad de ver la evolución de la misma y poder encajar en un contexto, historia y circunstancias el motivo presente que se expone en la terapia psicológica.

Es muy importante tener constantemente presente que, en terapia de pareja, son tres sistemas los que intervienen y, por lo tanto, con los que trabajamos: las dos partes individuales de los miembros de la pareja y el tercero que es la relación que se genera entre ambos. Esto quiere decir que hay que valorar a nivel individual cómo cada uno está, si el conflicto es puramente de pareja y las dificultades pueden resolverse en pareja o es más terapéutico resolverlo en sesiones individuales pues se trata de un conflicto individual que bloquea seguir avanzando y resolviendo la demanda de pareja.

En este momento, los objetivos de terapia y el foco de dificultad están bastante claros y establecidos y es la fase más pura de tratamiento. Suele ser clave el entrenar una comunicación fluida separando conflictos, hablando desde el yo, la expresión de emociones, necesidades y peticiones evitando las quejas, reproches o la “fantasía” de que el otro adivine qué me pasa y qué necesito.

Cada terapia es única, así como cada persona y cada proceso de pareja. Por ello, es muy difícil seguir un esquema fijo marcado en número de sesiones o tareas a realizar. De este modo, en cada sesión se valora la dirección del proceso o quién asistirá a la próxima sesión.

Siendo honestos y realistas, estar en terapia de pareja es un proceso muy duro porque, a la par del trabajo para la reconstrucción de la relación, siempre acompaña la posibilidad de ruptura. Esto es un hecho que suele asustar y facilita la huida con la no asistencia a un psicólogo. Sin embargo, esta posibilidad no es ni más ni menos probable por estar en terapia de pareja. Siempre que se inicia una relación de pareja, existe la posibilidad de ruptura independientemente de si vamos o no a una terapia de pareja.

De hecho, es muy común encontrar entre las demandas de pareja problemas que llevan vivos en la relación históricamente. Y esa suele ser una dificultad añadida para que el proceso pueda avanzar fluidamente, ya que hay que desmontar todo el cúmulo que se ha ido añadiendo a lo largo de los años. Por ello, siempre recomiendo atender los problemas que nos atascan lo antes posible para evitar la “cronicidad”.

¿Y funciona? El objetivo clave siempre es deshacer el bloqueo que es lo que genera el mayor malestar y eso es posible. Por supuesto hay dos cláusulas imprescindibles: el compromiso y la continuidad de las sesiones.

Para mí, una terapia de pareja es un proceso de valentía, de reparación y de amor, incluso cuando la finalidad de la terapia de pareja es la gestión de una ruptura.

 

¿Alguna duda? Puedes preguntarme por teléfono o e-mail en el apartado de contacto:   http://psicologiaisabelnaranjo.com/contacto/

Tu niñ@ interior

No son pocas ya las veces que he puesto en práctica este ejercicio, conmigo misma y en consulta y nunca deja de recordarme lo brillante que es poder sentir a nuestr@ niñ@ interior.

Crecemos, maduramos y nos convertimos en adultos, pero se nos olvida que nunca dejamos de ser niños. Me explico: ese peque que hay en nuestro interior, que hemos sido, siempre va con nosotros, vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos y seamos quien seamos. De ahí parte nuestro “yo adulto” y todas las carencias, miedos, dificultades o heridas no resueltas de nuestra infancia continuarán pendientes en nuestra madurez si no las atendemos.

A veces quizá te enfadas en exceso, o te ofenden desmesuradamente las injusticias, o te avergüenzan algunas situaciones sociales; quizá te aíslas incomprensiblemente cuando sientes miedo o callas sin motivo cuando algo no te gusta; por poner algunos ejemplos. Es muy interesante aprovechar esas cositas que nos pasan para parar y preguntarnos a nosotros mismos: ¿es nueva esta sensación? No la situación que estoy viviendo sino la sensación que me genera. Si esa sensación es pasada mira a ver cómo lo vivió tu niñ@ interior, qué le faltó, qué le hubiera ayudado o qué necesitaba. ¿Ya lo tienes? Ahora piensa si tú puedes dárselo y dátelo a ti mismo.

 

Tenemos la tendencia a esperar que los demás nos nutran, nos reparen, no cubran vacíos y cuando sucede… ¡es maravillloso! Pero la realidad es que esto no siempre es posible y se nos olvida que tenemos mucho poder en nuestras manos, que podemos curarnos, nutrirnos y acompañarnos a nosotros mismos.

Desde aquí te animo a que hagas pequeñas pruebas, a que mires cómo las cosas que te afectan también afectan a tu niñ@ interior, que pruebes a escucharle.

A veces, sentimos una soledad profunda, una soledad que calmamos con actividades, cosas materiales, viajes, relaciones esporádicas… pero hay momentos en los que nada de todo esto es suficiente. Quizá entonces, si es así, hay que mirar más adentro y ver si esa soledad no es resultado de lo que pasa en el mundo que te rodea sino el resultado de haberte olvidado de atender a tu niñ@ interior.